viernes, 5 de diciembre de 2014

Killtown


La calle estaba vacía, todo el mundo observaba desde la relativa seguridad de sus casas. Aquellos que habían sido rápidos observaban la escena desde el Saloon.

Un buscado asesino había llegado a Killtown, una pequeña ciudad al este del condado de Hurtek. El sheriff había huido y no quedaba nadie para hacerle frente. Nadie, excepto el viejo Tom.

Era un hombre entrado en años que caminaba con una lenta cojera, había dejado el cargo de Sheriff hacía unos años y pasaba sus días pensando en su prometedora juventud. La gente de la ciudad estaba segura de que ese era el motivo que le había empujado a enfrentarse al famoso asesino: Estaba arto de su cojerosa vida.


Tom salió del Saloon a su encuentro, soplaba el viento ligeramente hacia la derecha. Su mente ya estaba calculando el ángulo de disparo. El tiempo que tardó en llegar frente a frente, pudo notar toda la atención de Killtown sobre él y eso le encantaba, cuando era joven. Ahora no podía dejar de pensar en que estaban seguros de que no lo conseguiría y él estaba de acuerdo, ¡Pero qué demonios! Era molesto que estuvieran tan seguros. Panda de cobardes.

Se encontraba frente a frente con el asesino, que iba embozado con un pañuelo rojo y un sombrero blanco muy ridículo.

-Bien, solucionemos esto, jovencito. –dijo el viejo Tom como si estuviera regañando a un chiquillo por colarse en su granja y asustar a sus ovejas.
-Así que tú eres el famoso Tom, de Killtown. –escupió el asesino.
-Efectivamente, y tú, ¿Quién eres?

Todo el mundo en la ciudad decía que era un famoso asesino, pero nadie sabía su nombre. Si iba a morir, al menos quería saber quien tendría el honor de matarle.

El asesino sonrió

-Soy Iñigo Montoya , tu mataste a mi padre. Prepárate a morir, Tommy.
-¿Tommy? Hace muchos años que nadie me llama así. –se sorprendió el viejo Tom.

Bastantes años atrás era conocido en Killtown como Tommy, el de la granja del norte. Es cierto que no era un nombre muy impresionante, pero si tenemos en cuenta que el camino del norte era el único que existía en la ciudad y que por él llegaban todo tipo de bandidos y de calaña, comprenderás por qué no había en todo Killtown nadie mejor preparado que él.

Tommy, el del Norte, era el más rápido manejando el revólver de todo el condado y antes, era el encargado de dar buena cuenta de todo aquel que se atrevía a molestar en su ciudad, pero de poco le sirvió cuando resbaló de la moto y se rompió la cadera.

El viejo Tom cayó en la cuenta. Pinta de vaquero del oeste: un ajado pañuelo rojo, un gorro de cuero negro y citaba obras que ya eran viejas cuando su abuelo era joven. Sólo podía ser el pequeño Bob.

Nada había cambiado y aún recordaba las tardes del verano del 2140. Trasteando entre los cachivaches del desván de su tío encontraron una pila de libros de cuando el mundo era un bonito lugar en el que vivir. Bob pasó todo el verano leyéndolas y repitiéndolas en voz alta, a la vez que él practicaba incansable con el revólver. Después de eso, los padres de Bob decidieron mudarse y no habían vuelto a verse hasta hoy. Ese pañuelo se lo había regalado antes de que se fuera.

-Bob, viejo amigo ¿eres tú? –le preguntó mientras el asesino se acercaba.
-El mismo que viste y calza. –le dijo, y acto seguido, le abrazó.

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