viernes, 19 de junio de 2015

FATAL ERROR (Segunda continuación de "EVA Nº23")



-¿Qué demonios es eso?- Preguntó el teniente.
-Parece una caja.
-Gran deducción, detective. –le respondió a López tras su desafortunado comentario.
-Callad y encender las cámaras, quiero ver lo mismo que vosotros.
-Sí, señora –respondieron ambos al unísono.

Con un clic comenzaron a enviar imágenes. La comandante las observó detenidamente. No eran de gran calidad, pero le permitían hacerse una idea de las dimensiones de la caja.

-Necesito que os acerquéis más, pero cuidado, podría ser una bomba.
-Teniente –dijo López pasando al canal directo- Que la comandante haya supuesto que una caja cualquiera en una nave de transporte de gama baja pueda ser una bomba… Me hace pensar que hay mucho más detrás de esta misión que lo que me han contado.
-Vaya, parece que estás más despierto de lo que pensaba. Verás, no es nada del otro mundo, pero creemos que esta nave perteneció a una organización terrorista. Por lo que esta caja podría ser un arma de cualquier tipo.-Tras un pausa continuó-Esto que te he dicho es información clasificada, de hace más de doscientos años, pero clasificada, al fin y al cabo. Por lo que más te vale callarte la boca.
-¿Y qué haría abandonar a un grupo de ese estilo una poderosa arma y dejarla vagando por el espacio durante dos siglos? No creo que sea una bomba, no la habrían abandonado. No hay cuerpos, así que la tripulación abandonó la caja a sabiendas. Probablemente esté vacía.
-López, si como has dicho la nave no tiene combustible, quiere decir que dejaron los motores encendidos para alejar de sí lo que fuera que hay en esa caja.
-Es posible…O que simplemente se lo llevaron antes de abandonar una nave inservible. – El teniente respondió a esto último con un resoplido.
-Permiso para acercarme a la caja. –pidió López.
-Concedido, tenga cuidado.

El ingeniero comenzó a acercase. La caja no parecía medir más de cien centímetros de ancho por treinta de alto. Lentamente se arrodilló con el pesado traje delante de la caja. No tenía ninguna inscripción. Intentó abrirla con las manos, pero no pudo. Sacó su preciada HMU. El material con el que estaba hecho la caja no parecía muy resistente, algún tipo de plástico reforzado. Nada que pudiera detenerlo. 

-¿El gato seguirá vivo? -preguntó con sorna antes de comenzar a cortar la tapadera. Tras unos segundos de incertidumbre la levantó. Estaba vacía.

-Comandante, está vacía.
-Ya lo veo, López, ya lo veo. RegistraBZBZ nave y BZZZvisad cuandoBZZZZZZ vado.
-Repita, BZZZZ, la comuBZZZ BZZZortado.-dijo el teniente.
-BZZZZ BZZZZZ tenieBZZZZ salBZZZZ aveBZZZ.
-BZZZZZZZZ –continuó Tucker.
-Señor, hemos perdido la comunicación con la nave.
-Ya me he dado cuenta, López -respondió secamente.

Las linternas comenzaron a parpadear y se apagaron.

-Teniente, algo va mal. –dijo el ingeniero comprobando los sistemas eléctricos de su traje. -¿Teniente? ¿Me recibe?

Tucker le miraba, o eso suponía, pues no se veía nada en la oscuridad, sólo las marcas fosforescentes de los trajes. López se dio cuenta de repente de todo lo que implicaba no tener energía. No sólo eran las luces y las comunicaciones, sino también el oxígeno. No tenían mucho tiempo, debían volver a la nave.
Por señas indicó el lugar donde suponía que se encontraba la puerta. Debían darse prisa, sólo tenían unos minutos antes de que el oxígeno se les acabara. Ambos habían recibido entrenamiento para este tipo de casos, por lo que no estaban demasiado preocupados. No les sobraba pero sería suficiente para llegar a la nave.
Volvieron por el almacén hasta casi llegar a la puerta. López tropezó y quedó flotando en el pasillo. El teniente se giró al notar que no le seguía. Lo agarró y comenzó a tirar de él. Le costaba andar y cerrar las manos. Haciendo un último esfuerzo le empujó fuera del almacén, antes de perder la consciencia.

viernes, 12 de junio de 2015

FATAL ERROR (Continuación de "Operación extravehicular Nº23")








-La consola funciona- dijo López por el comunicador.
-Yo sigo sin encontrar a nadie. ¿Cuál es el estado de la nave?- respondió el teniente Tucker.
-Si se mantiene unida es porque antiguamente construían las naves para que duraran, pero vamos, que lo único que funciona correctamente es la consola. Ni el SMV , ni los motores, ni nada. Y aunque funcionaran no le queda combustible ni casi electricidad.
-¿Los sistemas eléctricos internos funcionan? Necesito que me abras la puerta de la bodega de carga.
-Dame un momento.

Tucker observaba a su alrededor esperando a que la puerta se abriera. Miraba atento a los indicadores de oxígeno de su sensor.

-Ya está, debería funcionar- escuchó por la radio.

La puerta emitió un pitido pero no se abrió. El Teniente se acercó y tiró fuerte de la palanca, que se partió en dos. Contrariado ordenó por el comunicador:

-Esto no se abre, ven aquí y haz algo útil.
-Sí, señor.
-No seas duro con el chico, Tuck, hace lo que puede.-le regañó amistosamente la comandante desde su nave.
¿Pero que le has hecho a la palanca?! –preguntó alterado López nada más llegar. El teniente aún la tenía de la mano.
-No fue mi culpa, se ha roto sola.-se defendió soltándola.- No entiendo como esta chatarra ha podido resistir todos estos años a la deriva.
-Seguramente porque…-comenzó a decir López, aunque decidió callarse. Insultar a un superior no le ayudaría a que le siguieran seleccionando para este tipo de misiones.
-¿Seguramente porque qué? ¿Eh?- interpeló él.
-Por suerte, señor. Por suerte.
-Ya me parecía, y ahora abre esta puerta de una vez.
-Sí, señor.
           
López sacó un destornillador de su cinturón y comenzó a desatornillar una pequeña placa metálica que el teniente no había visto. Un teclado demasiado minúsculo para sus manos enguantadas apareció al desprender la tapa, que flotó libre sin gravedad. Cogiendo el destornillador al revés pulsó unas cuantas teclas hasta que la puerta emitió otro sonido. Con cuidado de no cortar sus guantes, empujó hacia abajo los restos de la palanca y la puerta se abrió, mostrando un gran almacén totalmente vacío, excepto por una caja de color negro mate anclada fuertemente al suelo.

viernes, 1 de mayo de 2015

Operación Extravehicular Nº23



            -Iniciando despresurización de la cámara de actividades extravehiculares –escuchó López por el auricular. 

           Estaba nervioso. Era la vigesimotercera vez que salía al espacio y aún así estaba nervioso. Imaginaba que esa sensación nunca desaparecía, pero se equivocaba. Tucker, el astronauta que tenía enfrente, estaba tan en calma como gran parte del espacio. Ya contaba a sus espaldas con casi cuarenta salidas al espacio, era casi como rutina. Lo extraordinario deja de ser así cuando se convierte en algo cotidiano.

            -Despresurización completada. Buena suerte, chicos- les deseó una voz femenina.

             Tucker pulsó el botón de la esclusa, que se abrió suavemente.

            -Muy bien, López. Comencemos con esto. El objetivo se encuentra a cien metros. –le recordó.- Comenzamos aproximación, comandante.
            -Recibido. El objetivo se mantiene estable y sin muestras de actividad de ningún tipo.- Respondió la comandante desde el puesto de control.
            -Teniente,-dijo López antes de impulsarse hacia fuera- ¿Cree que encontraremos a alguien ahí dentro?
            -Es probable, pero no creo que estén vivos. Si es eso a lo que te refieres.-su tono de voz dejaba entrever pesar y aceptación a partes iguales.
           -¿No cree que estén vivos? ¿Entonces esta operación de rescate qué utilidad tiene?
           -López, -le respondió cambiando al canal directo- le he dicho numerosas veces, que no discuta las órdenes, y menos delante de un comandante. ¿Se ha vuelto loco? Como siga así sus días en el espacio se van a acabar muy pronto. ¿Ha quedado claro?
            -Sí, señor.
            -Bien, ya casi estamos.-advirtió el teniente.

            El objetivo era al menos tres veces más grande que la nave en la que habían pasado las últimas semanas. Era una Charger V, una nave de cargamento. Habían quedado obsoletas hacía mucho, aunque aún quedaban algunas… En los museos.

            Tucker y él estaban enfrente de la compuerta de acceso. Aunque estaba claro, por el estado general, que no iba a funcionar. López apretó el botón de apertura de emergencia y esperó unos segundos.

            -Oh, sí. Parece que funciona – dijo sarcásticamente el Teniente.
           
López, suspiró y cogió con su mano izquierda  la Herramienta de Mano Universal. Levantó el seguro y apuntó al panel de control exterior de la compuerta. Tras unos minutos consiguió cortarlo y retirarlo con sumo cuidado. Una acumulación inmensa de cables de diversos colores y tamaños le saludó. Volvió a colocar su HMU en el cinturón y buscó su alicate. Dudando sólo un segundo, cortó uno de los cables más gruesos, que dejó escapar una pequeña voluta de gas.

-Ya está, fase dos completada.

Tucker, se acercó a la puerta mientras López se apartaba.

-Eso habrá que comprobarlo- le aseguró agarrando la compuerta y tirando hacia fuera. Con dificultad, consiguió abrirla. –Fase tres iniciada, introducción en la Charger  V- E.3456.

Su interior era sencillo, dos pasillos en cruz permitían la entrada a las salas. Él se dirigía al puesto de control y Tucker iría en busca de supervivientes. El interior era más oscuro que el espacio, ahí dentro no había estrellas. Sus linternas alumbraban el pasillo, de un color marrón claro que no ayudaba a mejorar el aspecto desvencijado de la nave.
En cuatro minutos estuvo frente al panel de control general. Un buen tiempo, si se tenía en cuenta que iba con el traje espacial ligero, que lo único de ligero que tenía era el nombre, pensaba López cada vez que se lo tenía que poner en los entrenamientos.

-Espero que haya valido la pena traerte hasta aquí, Cabo.-le dijo la comandante. -Comienza con la fase cuatro.
-Recibido, comandante.
-Teniente Tucker, ¿Cómo va la fase tres?- preguntó la comandante
-Negativa, por ahora. No hay nadie en los módulos habitacionales.

El ingeniero se acercó a la cabina de mando. Era distinto al de los actuales, pero lo conocía perfectamente, por eso había sido él el elegido y no otro. Las naves descatalogadas eran su especialidad. Se sentó en el mullido sillón y comenzó a toquetear los controles. Un segundo después la pantalla se encendió.

viernes, 24 de abril de 2015

La Trilogía de la Ceniza III



                Un niño lloraba sentado en el asiento de atrás de un coche gris ceniza. Apenas cumplía la quincena. Él lloraba pero las ruedas del coche seguían rodando.

                Una joven niña gritaba y golpeaba las piedras del parque. Por mucho que lo hiciera, ninguna llegaría tan lejos como para alcanzarle. Corriendo se internó en el bosque,  pidiendo a gritos que alguien acabara con su sufrimiento 

                 Las malvadas criaturas que vivían en el bosque se reían a escondidas. Aún así la consolaron y le aseguraron que la única forma de acabar con ese sufrimiento era ocasionándoselo a aquel que lo había producido.  Aquellas pérfidas criaturas convirtieron su amor en odio y su corazón en cenizas.

                Habían pasado seis años, el niño se había convertido en un joven. Y como joven que era, se enamoró de nuevo. Al principio dudó y vergonzoso hizo pocos adelantos, pero finalmente decidió arriesgarse, consiguiendo seis maravillosos días junto a la chica de la biblioteca. Después, su relación se fue consumiendo y convirtiéndose en algo amargo y pastoso. Sin duda, una misteriosa estudiante tuvo algo que ver. 

                Medio año y un mes después, conoció a una camarera. Visitó muchas veces el bar antes de acercarse y comenzarle a hablar. No pasó mucho tiempo hasta que empezaron a salir, pero en poco menos de una semana, sus copas comenzaron a saber agrias y espesas.

                Y así, una a una, todas las chicas a las que  decidió entregarse fueron abandonándolo poco a poco. Llevándose un doloroso trozo de recuerdo y dejándole un familiar sabor a ceniza. El último estaba reservado, pero esa historia ya la conocéis.