viernes, 24 de abril de 2015

La Trilogía de la Ceniza III



                Un niño lloraba sentado en el asiento de atrás de un coche gris ceniza. Apenas cumplía la quincena. Él lloraba pero las ruedas del coche seguían rodando.

                Una joven niña gritaba y golpeaba las piedras del parque. Por mucho que lo hiciera, ninguna llegaría tan lejos como para alcanzarle. Corriendo se internó en el bosque,  pidiendo a gritos que alguien acabara con su sufrimiento 

                 Las malvadas criaturas que vivían en el bosque se reían a escondidas. Aún así la consolaron y le aseguraron que la única forma de acabar con ese sufrimiento era ocasionándoselo a aquel que lo había producido.  Aquellas pérfidas criaturas convirtieron su amor en odio y su corazón en cenizas.

                Habían pasado seis años, el niño se había convertido en un joven. Y como joven que era, se enamoró de nuevo. Al principio dudó y vergonzoso hizo pocos adelantos, pero finalmente decidió arriesgarse, consiguiendo seis maravillosos días junto a la chica de la biblioteca. Después, su relación se fue consumiendo y convirtiéndose en algo amargo y pastoso. Sin duda, una misteriosa estudiante tuvo algo que ver. 

                Medio año y un mes después, conoció a una camarera. Visitó muchas veces el bar antes de acercarse y comenzarle a hablar. No pasó mucho tiempo hasta que empezaron a salir, pero en poco menos de una semana, sus copas comenzaron a saber agrias y espesas.

                Y así, una a una, todas las chicas a las que  decidió entregarse fueron abandonándolo poco a poco. Llevándose un doloroso trozo de recuerdo y dejándole un familiar sabor a ceniza. El último estaba reservado, pero esa historia ya la conocéis.

viernes, 17 de abril de 2015

La Trilogía de la Ceniza II



Las relámpagos iluminaban el cielo y un segundo después el trueno rugía. El agua caía sin descanso y con mucha fuerza. El bosque estaba triste pese a la lluvia. Verdes oscuros y grises borrosos eran los únicos colores que el agua no había diluido.

El hombre del traje estaba exhausto. No estaba cansado por haber corrido, ni por llevar bajo la lluvia varias horas, sino por arrastrar un pesado pasado durante demasiado tiempo. Reconocía que en parte, era culpa suya, pero se negaba a guardarla toda para sí. Ella había sido la razón de su tormento.

La mujer del pelo mojado estaba furiosa y lo llevaba estando desde poco antes de que aquel hombre comenzase a cargar con su pasado. Toda la culpa la tenía él, que le miraba agotado, exhausto. Consumido. No le daba ninguna pena. Se lo tenía merecido por hacer daño a una joven niña.

-Has vuelto –dijo el hombre rompiendo el tormentoso silencio.
-Vengo a terminar el trabajo. –le escupió
-Siento decepcionarte, pero yo ya estoy muerto. Sólo soy una carcasa casi vacía.
-¿Casi? No intentes engañarme. Sé que ya no te queda nada. Una a una han ido desapareciendo, de la forma más convulsa posible.
-Y todas ellas se han llevado algo. Un trozo de mí.-reconoció - Todas.
-Ya no tienes nada que darle a nadie.
-Entonces… ¿Por qué no me has llevado aún ante la Parca? –Preguntó sabiendo la respuesta.- No puedes. –dijo amagando una macabra sonrisa- No, hasta que todas hayan desaparecido.
-Dime, ¿Quién es? La encontraré de todas formas.

El caballero se acercó a ella arrastrándose, lo miró furiosa. Él consiguió acercarse, ella no quiso apartarse. El hombre la atrajo hacia sí y le susurró antes de besarla.
 -No hace falta que busques… La tengo delante de mí.
-No… -comenzó ella, pero no pudo continuar.

La joven pudo verlo en un beso. Nunca le había olvidado y ella los había condenado. El hombre se separó y la mujer, tras adquirir un matiz grisáceo, se deshizo en polvo.
Exhausto, suspiró una última vez, dejándose convertir en ceniza.

viernes, 10 de abril de 2015

La trilogía de la ceniza



La inocente su amor entregó.   
Tras la insistencia, el joven Nerón,
 aceptó Roma, aceptó el calor.
Y juntos felices quedaron,
hasta que al final, lo estropearon.

Antes de marcharse, lo partió.
Y cuando le quebró el corazón
 haciendo acopio de sus fuerzas,
ella le susurró con fervor
Que por su falsedad en el pasado,
cayera la maldición en su frente.
 Lo que amara sin razón aparente
Fuera por completo consumado
En seis meses desde el presente.

El pobre niño sollozó,
por no arriesgar su amor
Destrozó su corazón
Y continuando con premura
amándola sin mesura
Siguió su vida sin cordura

Cuando el sexto año se cumplió.
contra su voluntad la arrinconó
Y dejando de llorar, volvió a pensar,
con algo más de claridad.

Sin aviso volvió,
 Cupido a disparar.
Y el corazón de su amor,
 en cenizas se tornó.

El pobre lloró con amargura,
Su corazón nunca amaría,
 Porque Ella las destrozaría.
Anhelante  moriría.
Sólo, en la sepultura