viernes, 12 de diciembre de 2014

El Reto.



El viento soplaba en  la aldea de Bhuith, era de noche y el cielo estrellado formaba numerosas sombras desconocidas entre los recovecos de las casas. Un niño con el pelo revuelto merodeaba a hurtadillas por la calle. Había sido retado. La tarde anterior, a la sombra de un roble, había sido retado. Esa misma noche tendría que entrar en la mansión abandonada y traer algo de la habitación de la Niña.
Antes era conocida por su nombre, Elsa, pero desde lo sucedido… Los supersticiosos aldeanos preferían olvidar. Daba mal fario decir el nombre de los muertos y mucho más si rondaban rumores de que habían sido vistos recientemente.

El chico saltó la verja del jardín y atravesó una de las ventanas que años antes se habían roto. Un pequeño almacén lo rodeaba, olía a moho y a putrefacción. Rezando para sus adentros giró el manillar de la puerta, que con un chirrido escalofriante le dejó entrar. Ahora se encontraba en el vestíbulo. 
Había oído decir que se veía a la Niña las noches sin luna, en una de las habitaciones del ala Este. Por eso sus amigos insistieron en que era importante que viniera esa noche: Si existía, hoy aparecería. Él no creía en esas cosas, aunque tenía algo de miedo. 
            Ascendió por las escaleras lentamente mientras miraba hacia todo los lados y su respiración se entrecortaba. Arriba del todo giró a la derecha y un pasillo se abrió ante él. Estaba ricamente decorado, pero una oscura mancha al final de él ensombrecía la alfombra. El chico supo de inmediato que la puerta que buscaba era aquella de la que salía del charco. Tragó saliva y continuó andando, poniendo especial cuidado al llegar en no pisarla. Empujó la puerta, que estaba entreabierta, y observó la habitación. Era un cuarto de niña, de niña pequeña además. Todo tenía un extraño aspecto adorable, que unido al polvo y a la oscuridad, era bastante escalofriante. 
Los simpáticos peluches se habían convertido en espeluznantes abominaciones, el rosa chillón reinante en la sala parecía advertirle de que no saldría de allí. Recorrió la sala de un vistazo y decidió coger un coletero rosa que descansaba sobre una silla cercana.
Ya estaba, ya lo tenía. Demostraría a todo el mundo que la casa no estaba encantada y que él era tremendamente valiente.

            -Espera –le dijo una voz infantil cuando estaba a punto de abandonar la habitación- ¿Qué haces con mi coletero?
            -Yo eh… Um…-el niño comenzó a temblar. Quería girarse y observar a su interlocutora o salir corriendo y no mirar atrás, pero era incapaz de moverse más allá del tembleque general de su cuerpo.
            -¿Tienes frío? ¿Por qué tiemblas? –preguntó curiosa Elsa.
Esas preguntas tan mundanas le dieron al chico el arrojo necesario para girarse y hablar. Una niña en camisón le miraba con curiosidad a través de sus translucidos ojos.
            -Ne…Necesito tu coletero.
            -¿Para qué? Tu pelo es muy corto. Yo lo necesito más –le aseguró acariciando su melena azulada.
            -No es para mi pelo, es para… una apuesta.
            -¿Por una apuesta? ¿Apostaste que podías robarme? –le preguntó incrédula,  conteniendo su ira.
            -¡No! Yo jamás haría algo así. Aposté que vendría aquí, cogería algo tuyo y demostraría que no existías.
            -Vaya, pues te ha salido mal. Mira –dijo girando sobre sí misma- soy un fantasma.
            -Lo sé, pero eres un fantasma bueno ¿Verdad?- preguntó dudoso el niño.
            -¿Crees que si no lo fuera seguirías vivo? –le respondió bruscamente Elsa. Ante lo que el niño enmudeció.- Ya que has venido ¡Juguemos a algo! –Le propuso arrepentida de su tosquedad- Te gustan las apuestas… Así que te reto a que vuelvas mañana y me traigas algo bonito para reemplazar este coletero, que tengo entre mis dedos.
            El chico se sorprendió al ver que era el mismo que segundos antes tenía entre sus temblorosas manos.
            -¿Cómo has hecho eso? –le preguntó.
 La chica se encogió de hombros.
            -Ventajas de ser un fantasma, supongo. ¿Entonces aceptas?
            -Por supuesto.-afirmó sin dudar.

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