Los datos habían sido enviados, sin duda el joven tendría una buena
recompensa, incluso es posible que un ascenso. ¿Y a cambio de qué? De trasferir
un simple archivo.
Un archivo que detallaba la ubicación de casi la mitad de las bases secretas del
OIDM , una organización que luchaba por impedir la Tercera Guerra Mundial. Sin
duda ese día moriría mucha gente.
El
joven está feliz, lo ha conseguido. Su jefe creía que no podría hacerlo pero lo había
conseguido. Iban a dar un duro golpe a esos estúpidos de la Organización Internacional
y sería gracias a él. Un paso más cerca de vengarse.
Unas horas después, una chica con un bonito gorro verde le mira a lo
lejos y él se da cuenta. Sonríe y la mira con descaro. Ella le mantiene la
mirada. La tarde no podría ir mejor. Se dirige hacia allí, le dice unas
palabras elocuentes, ríen y él le invita a tomar algo. Hace frío y ambos
producen volutas de humo al hablar. La chica acepta, dice que conoce un bar
cercano donde sirven un rico chocolate caliente. Él la sigue por la avenida y
entran en uno de los establecimientos. En la puerta anuncian numerosos tipos de
chocolate. La chica se acerca a un camarero, que les acompaña a un reservado con un biombo,
lejos de miradas curiosas. Se sientan y piden una gran taza cada uno. Siguen
hablando, se ríen. Es curioso cuantas cosas tienen en común. Hace calor dentro
y los dos se quitan los pesados abrigos. Les traen el pedido y comienzan a
beber. Está muy caliente, se dicen volviendo a reír. La chica deja
despreocupada su mano encima de la mesa, cerca de la del chico.
-¿Sabes? Nunca antes me había pasado. Es algo cómo
de libro ¿no? Cruzarse con un extraño y que te invite a chocolate caliente.-
comentó ella con voz soñadora.
-Los libros se parecen más a la realidad de lo que
piensas. En realidad, la única diferencia es que los protagonistas pueden
equivocarse cuantas veces quieran, que siempre sucederá algo que lo solucione
todo. Pero la magia de las historias también existe en la vida real, al fin y
al cabo proceden de ella. –dijo el chico acercando su mano a la de la chica.
-Tienes razón –afirmó ella cogiéndole de la mano. El
chico notó un pinchazo y miró sorprendido a la chica. Comprendiendo, demasiado
tarde, que él no era el protagonista de ninguna historia y que no podía cometer errores- Ahora, no te muevas o
accionaré este divertido aparatito que inventasteis. –le dijo sin restos de la
voz soñadora que momentos antes había encandilado al chico.
Comenzó a sudar. Ese "aparatito", como lo había
llamado ella, servía para torturar a la gente...En total silencio. La víctima no
podía hablar, ni gritar, ni moverse una vez que era accionado. ¿Cómo había
sido tan estúpido?
<<Vale>>- pensó intentado tranquilizarse, ya la había
cagado más veces y había salido ileso. La información había sido enviada, así
que sin duda esto era algo personal. Seguro que alguno de los familiares de la
chica estaba en las bases que estaban siendo atacadas mientras ellos hablaban.
-No servirá de nada. Ya lo he enviado.- le dijo fingiendo tranquilidad.
-No me importa. Vas a ser un cadáver más como no me entregues ahora
mismo tu muñequera. –Tras una pausa añadió- Desbloqueada, claro.
-No puedo hacerlo solo con una mano.
-¿Crees que soy estúpida? Tienes cinco segundos para desbloquearla o
activaré este maldito cachivache.
El chico miró su muñeca y después a ella. Decían que los del OIDM nunca usaban
Chispazos, como solían llamarlos en el GAE, que eran demasiado moralistas para
eso. La chica le estaba apretando la mano con todas sus fuerzas y en su voz
podía oírse que no hablaba en broma. Ahora que se fijaba, tenía los ojos algo rojos.
-En cuanto me lo quite, vendrán aquí y te matarán. Tiene un
localizador.
-Eres nuevo en esto, ¿a que sí?-se rió la chica.- Sigues creyéndote muy
listo. Tu localizador se ha fundido en cuanto has entrado por esa puerta. Tu
estúpido Grupo de Ataque “Es-tra-té-gi-co” no sabe ni por dónde empezar a
buscarte. Desbloquéalo.
Estaba sudando y con lentitud llevó su mano a la muñequera,
introduciendo la contraseña.
-Ahora quítatela.
El chico suspiró y se la desabrochó. No tenía ni idea de cómo iba a explicarle
esto a sus superiores, si conseguía salir de esta…
El Mini Ordenador de Muñeca resonó al caer en la mesa. La chica se
apresuró a cogerlo.
-Vas a lamentar esto-le aseguró activando el Chispazos y saliendo de la
chocolatería.
El chico se quedó rígido, no podía moverse. Ni hablar, ni gritar. A
parte de eso no le parecía muy doloroso. No estaba sintiendo nada, sólo esa
extraña sensación que se siente cuando te quedas quieto en una posición
incómoda. Tras un chasquido, comenzaron las descargas.