Por las noches las farolas
creaban sombras tras las que se resguardaban los Hukop. Nadie sabía de ellos,
ellos no querían saber de nadie. Todas las noches salían de sus pequeñas
ciudades subterráneas en busca de algo de valor. Ya fueran restos de comida,
objetos o incluso algún mendigo somnoliento al que nadie echaría de menos.
Sin duda alguna, sus
ciudades eran majestuosas. No por estar hechas de piedras preciosa, si no por
estar construidas con restos de todo tipo, desde latas de conservas a pequeños engranajes.
Si en algo destacaban los Hukop, aunque no midieran más de cinco centímetros,
era en su capacidad para crear: Donde la gente normal sólo veía un bote de
pintura medio vacío, ellos podían ver una fantástica pista de patinaje. Además,
al ser diminutos tenían que ayudarse mutuamente para lograr objetivos que solos
no podrían. Lo que creaba vínculos entre ellos más fuertes que los de sangre. En
resumidas cuentas, su tamaño, más que una desventaja, era junto a su ingenio,
uno de los motivos por los que sobrevivían en las profundidades de las
ciudades.
Pero ya es hora de irse a
dormir, si quieres saber más sobre ellos, tendrás que esperar hasta mañana.
Puedo contarte cómo se las ingeniaron
para mover a un mendigo y colarlo por las tuberías con su reducido
tamaño, o tal vez alguna aventura que les sucedió mientras buscaban comida. Ya
veremos…
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