¿Estás
viva? Probablemente dirás que sí, o no podrías estar leyendo esto.
Pero
realmente… ¿Te sientes viva? Imagino que, ya no tan segura, me seguirás respondiendo que sí.
Pero… ¿Cómo
puedes sentirte viva si te rodea un mundo artificial?
¿Cómo
puedes sentirte viva si nunca has pisado el suelo con los pies descalzos? Y no, no hablo del asfalto ni
siquiera de la fina arena de playa o del césped de tu jardín. Hablo de la dura grava, del barro que roza
tus pies y los ensucia, de la fría roca que puede calentarlos.
¿Cómo puedes sentirte viva si nunca has andado
durante todo el día, caminando por caminos que más bien parecían senderos,
subiendo por cuestas por las que nunca creíste que pudieras subir, raspándote
las manos hasta verlas sangrar? Y comprender, una vez arriba del todo, que todo lo que has pasado ha merecido la pena y que si te hubieras rendido tantas veces
como te hubiera gustado, no habrías llegado nunca hasta aquí? Hasta la cima, donde
puedes ver todo el camino hecho y comprender que el fin no es llegar arriba sino aprender algo por el camino.
¿Pero
qué te voy a explicar a ti? Si nunca has cargado la mochila de un compañero al
hombro cuando él ya no podía más, si nunca has sufrido al ver como se iba acabando
el agua de la cantimplora, siendo consciente de que aún quedaban muchos
kilómetros de un camino incierto, si tampoco nunca has tomado la decisión de
aguantarte la sed porque un amigo necesitaba el agua más que tú.
¿Pero
qué vas a saber tu, si nunca te has caído porque ya no podías más? Ni te han
alzado tus compañeros consiguiendo que continuaras andando, que superases tus
propios límites. Porque ya lo decía aquel hombre “Los límites son para los
matemáticos”
¿Cómo
puedes sentirte viva? Si nunca has escuchado los sonidos de la noche? Si nunca
has caminado bajo la luz de la luna o las estrellas, si nunca tu corazón ha
dado un vuelco al escuchar entre los arbustos un ruido extraño, si nunca te has
tumbado en la hierba, con compañía o sin ella, y te ha parecido el lugar más
maravilloso del mundo, aunque cierta piedra se te estuviese clavando en cierto
lugar. ¡¿Cómo?! Si nunca has dormido a la intemperie.
¿Cómo
puedes sentirte viva? Si nunca has sentido el aire de la montaña en tus
pulmones, si nunca has visto cómo es una nube por encima, si nunca has bebido
agua de un manantial desconocido, si nunca te has refrescado en el cauce de un
río sin nombre, ni te has internado en un bosque espeso o en una oscura
cueva.
¿Cómo
puedes estar tan segura? Si nunca has corrido bajo la lluvia, si nunca has pisado charcos de agua, si nunca has tropezado llenándote de barro, ni has vuelto a casa hecha un desastre?
¿Cómo
puedes decir que vives? Si nunca has visto a un niño dejar de llorar y comenzar a reírse
gracias a ti. ¿Cómo? Si nunca has tenido la oportunidad de curar la “gran”
herida que se había hecho escalando el árbol más alto? ¿Cómo? Si nunca has formado parte de sus
juegos, si nunca has pensado que un palo puede ser la mejor arma y una piedra
el tesoro más precioso.
¿Cómo
puedes decir eso, si nunca has vivido?
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